texto publicado en el número 2 de la revista Contra (el) Poder en invierno del 98
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MOVIMIENTOS SOCIALES. AUGE Y CRISIS.
 

1.- LA PARADÓJICA SITUACIÓN ACTUAL.

    Nunca ha habido tanta riqueza como en el mundo actual. Pero tampoco tanta pobreza. Tras la caída de las economías planificadas del Este de Europa, el nuevo orden mundial se nos presenta como el imperio de la democracia y la victoria abrumadora y sin retorno de la libertad frente al totalitarismo. Sin embargo, el mundo enteramente capitalista resplandece de una triunfal calamidad. Ochocientos millones de muertos de hambre y extensas áreas del planeta abandonadas a su suerte, piden cuentas a un modelo de modernización basado en la globalización y la competitividad. Se desploma el socialismo real, pero también la forma de capitalismo que se le oponía en la mayor parte del mundo desarrollado, cuyas señas de identidad eran el pleno empleo y la intervención política sobre la Economía de Mercado y sus disfunciones sociales. Los efectos negativos de estas dinámicas saltan a la vista. La televisión nos muestra a diario la pobreza, el desarraigo y el dolor masivos. Ante estas imágenes, todas las conciencias se conmueven. Sin embargo tras el estremecimiento "momentáneo" la persistencia convierte a estos fenómenos en naturales. Los sentimientos son buenos, todos los tenemos, pero pertenecen al ámbito de lo privado. Sólo son la base de una moral sin consecuencias políticas. La carestía de la vivienda y a precariedad del trabajo de los jóvenes, producen dependencia y frustración generalizadas. Los ajustes de plantilla y el paro de larga duración originan insatisfacción y pobreza. Estos acontecimientos son lamentables, pero inevitables. La distinción entre política como expresión de la voluntad de los individuos y economía como principio de realidad, implica aceptar que el orden de las relaciones sociales está determinado al margen de las decisiones políticas. La política consiste en gestionar el principio de realidad que establece la economía. Las diferencias entre izquierda y derecha se disuelven ante este suelo común, constituido por una racionalidad económica, basada en la competitividad, la globalización y la Moneda Única. En esto consiste la paradoja. Todas las alternativas al paro y la pobreza caracterizan por intentar mejorar la suerte de los desfavorecidos, pero presentándose como compatibles relaciones sociales que son la causa de dichos problemas. Pocas veces ha sido tan intensa la degradación de la vida de millones de personas. Y pocas veces, salvo tras el triunfo en una Guerra Civil, las propuestas del poder han sido tan osadas e irracionales. Sin embargo, pocas veces ha sido tan débil la resistencia social frente a dicho poder y tan escasa la insurrección de las conciencias frente a tanta violencia y tanta mentira.

    Si alguien nos hubiera dicho hace veinte anos que en el Estado Español el 40% de la población activa iba a estar parada o eventual sin que pasara nada, no le habríamos creído
 

2.- LOS ANTECEDENTES DE LA SITUACIÓN ACTUAL

    En la última etapa del franquismo, un nuevo movimiento obrero, ilegal pero de masas, se abrió paso combinando el hambre de salarios de millones de trabajadores, con el hambre de libertad de una valerosa y bien organizada minoría, mayoritariamente comunista. Este movimiento conquistó mejoras sociales, impuso su representatividad frente al sindicalismo oficial, e impidió, hasta finales de los anos 70, la aplicación de políticas duras de ajuste. Por la brecha que abrió el movimiento obrero, emergió un torrente de movimientos sociales: movimiento ciudadano, mujeres, presos, minusválidos, homosexuales, ecologistas, antimilitaristas, etc. que expresaban las necesidades y deseos de la mayoría de la población. El poder constituyente de estas multitudes en acción, abrió la posibilidad de que la naciente democracia sirviera, no solo para designar democráticamente a las nuevas élites del poder, sino también para decidir las formas políticas y el tipo de relaciones sociales en las que queríamos vivir. La alianza de la mayoría de la izquierda con los reformistas del franquismo, clausuró dicha posibilidad. La defensa del poder constituido, abierto ahora a las organizaciones de la izquierda antifranquista, enfrentó a dichas organizaciones con los sectores activos que seguían movilizándose por sus reivindicaciones y con los militantes que querían profundizar los cambios políticos y sociales. Este cambio de rumbo frenó la lucha, desencantó a miles de activistas, que por primera vez tenían enfrente, no a los reaccionarios sino a sus propios compañeros, y ya sin la fuerza de la movilización, convirtió en marginal cualquier propuesta que quisiera llevar más lejos los cambios. A partir de aquí, la razón de Estado impuso, entre otras cosas, que la defensa de las necesidades sociales solo es viable a través del crecimiento económico que tiene como condición el beneficio del capital y exige la paz social. También las reivindicaciones nacionales debían sujetarse a una Constitución, tan democrática, que negaba el derecho de autodeterminación y confiaba a la Fuerza Armada el mantenimiento de la unidad de España. La dinámica que se abrió a continuación, produjo la derrota material y moral en la que se mueve hoy la causa popular. También produjo el grado de crueldad y la cronificación del conflicto que el Nacionalismo Español ha creado y mantiene vivo en Euskadi.

    La defensa de la democracia frente a la amenaza de golpe militar fue un argumento fuerte para legitimar estas políticas. Este argumento, cierto, no constituye la única explicación. También operan de manera intensa muchas de las concepciones de la izquierda descritas en el punto anterior: identificación de democracia con capitalismo, separación entre intereses e ideología, entre organizaciones que gestionan los intereses (sindicatos) y partidos que se ocupan de lo político, confianza en que el desarrollo tecnológico y económico, nos conducirán a una sociedad igualitaria, productivismo, consumismo, etc.

    En todo caso, en política lo que cuentan son los resultados. El grado de consecución de los objetivos de los poderes económicos, aún sin golpe militar, solo es equiparable al de disolución de cualquier fuerza social que impugne este orden injusto.
 

3.- LOS MOVIMIENTOS SOCIALES DESPUÉS DE LA TRANSICIÓN POLÍTICA ESPAÑOLA.

    En la década de los 80, en un contexto de desmovilización, se desarrollaron algunos de los movimientos sociales que hicieron su aparición en la etapa anterior. Estos movimientos incorporaban reivindicaciones transversales como la lucha contra la discriminación por razón de género o de opción sexual y sobre todo la lucha por la paz, que en el Estado Español se expresó como oposición a la entrada en la OTAN y a la permanencia de las Bases Militares Norteamericanas. También el movimiento ecologista y el de solidaridad internacional adquirieron protagonismo. Sus valores impregnaron, profundamente la conciencia social. Estos movimientos fueron dinamizados principalmente por la izquierda comunista radical que, fortalecida en la lucha contra la reforma política, defendiendo la ruptura, proyectó su actividad en dinamizar estas expresiones populares. La dudosa y precaria victoria, pero victoria al fin de los partidarios del Sí en el referéndum de la OTAN en Marzo de 1986, fue el principio del fin del principal movimiento social de los 80. La progresiva institucionalización de movimientos como el feminista y el de solidaridad internacional, en un escenario de intensa despolitización, abrió paso no solo a la disolución de cualquier movimiento de masas frente a las políticas neoliberales del PSOE, sino también a, la crisis terminal del radicalismo. El sindicalismo entra en una dinámica de institucionalización y repliegue sobre los núcleos estables, abrazando una tras otras las tesis de la economía de mercado. Las huelgas generales con toda su importancia, pasan a formar parte del paisaje democrático constituyendo solo muestras rituales de desacuerdo que revalidan el monopolio de los sindicatos en la representación de los trabajadores, ya en los 90 mayoritariamente fuera de una relación salarial estable. La pérdida de impulso de la movilización, fortalece un rasgo presente en los movimientos sociales de los 80. Su capacidad de coexistir pacíficamente con el orden social regido por la economía y en el beneficio empresarial. Paradójicamente, su potencia normativa y su capacidad de impregnar la conciencia social, son simétricas a su impotencia para transformar el orden causante de los males que combate.
 

4.- LOS MOVIMIENTOS SOCIALES HOY.

    Un intento de síntesis necesariamente simplificadora de la situación actual de los movimientos sociales hoy, podría estar acotada con rasgos como: balcanización, fragmentación, despolitización, localismo, institucionalización, corporativismo. Ante la casi desaparición de la militancia, sobre los hombros de las instituciones se alzan las ONG's, con el monopolio del trabajo voluntario. Frente a lo intangible o lo hiperpolítico de las utopías radicales, el trabajo solidario concreto, brinda la oportunidad de ayudar de manera real a los que sufren. Sin embargo, los aspectos positivos de esta acción compasiva y desinteresada de la sociedad civil, tienen contrapartidas que los neutraliza. Su escasa autonomía, la debilidad de su base social, su dependencia de la administración tanto en los recursos como en la elección de los escenarios de su acción, la nula o escasa denuncia de los problemas estructurales que causan el dolor con el que su labor les hace convivir, su despolitización, son rasgos que les caracterizan. En el terreno de la militancia no institucionalizada ni subvencionada, los problemas tampoco son escasos. Proliferan los grupos con escasa actividad hacia la sociedad, se produce una tendencia a refugiarse en actividades hacia dentro (foros, jornadas, encuentros, etc). Por el contrario se da también a veces una excesiva vocación de movilizar sin cuidar las construcción de un discurso crítico fundamentado (como al soldado el valor, al militante, la conciencia se le supone). Es general que no se plantee con la suficiente radicalidad una pregunta básica: ¿Cómo organizar el inmenso conflicto social latente? ¿Cómo expresar políticamente de forma antagónica y no solo mediante intereses inmediatos la exterioridad de los millones de perjudicados y excluidos?. Esta pregunta sirve para poner en marcha la fuerza necesaria para sustentar cualquier alternativa crítica con vocación de ser algo más que palabras. Sin embargo es sustituida frecuentemente por la preocupación de incorporarse a la realidad virtual, es decir a los medios de difusión. Se confunde la visibilidad política con aparecer en los medios. Se intercambia invisibilidad por visibilidad virtual. Se cambia organización y movilización por una nota de prensa o una imagen en un telediario. Sin embargo, frente a esta descripción, necesariamente parcial, de las limitaciones de los movimientos, las formas de desobediencia son muchas, aunque moleculares. Los militantes sociales que protagonizan estas dinámicas son todavía, numerosos. Hay múltiples redes, alejadas de los espacios de la izquierda, pero paradójicamente con participación a menudo de sus militantes, que protagonizan dinámicas alternativas de resistencia.

    Movimientos de ocupación rural y urbana, experiencias agroecológicas que defienden la soberanía alimentaria y organizan grupos de consumo basados en la producción a pequeña escala y los ciclos cortos de distribución, oposito a la biotecnología y a las patentes de la vida, insumisos antimilitaristas, redes que trabajan desde dentro de la pobreza y la exclusión, movimientos de educación popular, grupos que desarrollan experiencias de economía alternativa y solidaria y, desde luego, el movimiento radical vasco cuyo potencial constituyente y cuyo carácter popular es innegable. La proliferación de activistas radicales en pueblos y barrios paralela a la impotencia para unificar políticamente y converger toda esta actividad descentrada, que expresa resistencias particulares ante las consecuencias de las políticas que se aplican en nombre de la modernización y la construcción europea. La complejidad de la sociedad actual nos debe alejar de cualquier receta como solución única y central. Sin embargo la crítica radical, clarificando la coerción y la violencia que, tras la fachada de democracia, constituyen la vida cotidiana y lo paradójico de un progreso que tiene como condición la desesperación y la miseria de gran parte de la población, es condición para cualquier proceso emancipador real. La convergencia de militantes y movimientos antagonistas, requiere para tener un significado, la organización de una fuerza que haga aparecer lo tapado, e impida el depliegue de la lógica inhumana y corruptora del capitalismo global. No se puede pasar por alto la existencia de casi siete millones de parados y precarios a los que solo se les ofrece riesgo y privaciones. Hay que investigar y ensayar fórmulas para la expresión del inmenso conflicto social oculto. Solo con un movimiento que avance desde fuera de la lógica del mercado, que no exprese solo intereses sino también razones, pueden tener un papel constructivo las fórmulas piadosas dirigidas a las clases medias. Sin una fuerza social de choque que impugne el orden de relaciones sociales vigentes, no hay reformas que valgan. Esa es la lección de los últimos 25 años.

Agustín Morán. Miembro del CAES.

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